sábado, 21 de mayo de 2016

¡Mar a la vista!

Hay mañanas que uno entiende todo
en lo sencillo, en lo cercano,
en lo más pequeño, que no lo es tanto,
en el hecho de experimentarnos
ante el gozo de la Naturaleza,
a la que nos debemos.

Comprendemos que somos más capaces
de lo que otros dicen,
y avanzamos por sendas sin definir
para hallar el sentido de estar aquí,
admirando el milagro la vida.

Damos, de vez en cuando, con parámetros
que nos brindan las señales más genuinas
mientras somos en la aventura
emotiva y emocionada de compartir
corazones y mentes entregadas
a esa arena que pisaron nuestros ancestros,
que amaron su tierra
como a sus propias almas.

Son esas mañanas de pechos ardientes,
de olas y curvas inquietantes que regalan paz
hasta llegar al origen de la divinidad,
que nos fecunda de sentimientos y de caricias
hasta con el mismo roce de un viento excepcional.

Aparecemos en esos instantes
en el lugar no escrito, pero sí sabido,
para darnos el gozo de entenderlo más que nunca,
aunque siempre ha estado ahí.

En los albores de esos anhelos, de esas ideas,
de esas ensoñaciones genuinas,
nos envolvemos de paciencia y de voluntad
y nos enfrascamos en un disfrute
que nos hace eternos, únicos.

Son las provocaciones de unos parajes
que cambian los rumbos,
y nos dicen, por ejemplo, desde San Javier:
"¡Mar a la vista!"

Juan TOMAS FRUTOS.

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