jueves, 29 de marzo de 2012

Personas importantes

Estuve recientemente en el Instituto donde cursé el Bachillerato, y no sé si por esa retrospectiva que me supuso, o porque a veces la cabeza te lleva, no casualmente, a cuestiones que pueden ser fundamentales, el caso es que me planteé, y me planteo, cuántas personas importantes hay en mi vida.

Cuando digo importantes, hablo de verdaderamente relevantes, de ésas que marcan, que nos hacen ser quienes somos. En verdad, son un número muy determinado, así como determinante. No voy a decir que son pocas, porque son muchas, las que me han regalado la fortuna de estar a su lado durante más o menos tiempo y de aprender de cuanto hacen, pero lo cierto es que tampoco son tantas como a primera vista se pudiera contemplar.

Y, cuando uno piensa en las personas que lo han caracterizado, aparecen períodos muy concretos de la vida, a menudo asociados a la infancia y a la adolescencia, pero después, sin duda, las ha habido igualmente. Ha sido, la mía, porque la he tenido, una extraordinaria suerte.

¿Y por qué han sido importantes? Porque me dieron la vida y me la mantuvieron, porque me aconsejaron bien, porque no me envidiaron, porque me amaron, porque renunciaron a lo que les faltaba por mí, porque se preocuparon, porque se ocuparon de lo que hacía, robando tiempo a sus propias vidas, porque interpretaron para mí algunas ignotas claves, porque me abocaron a la sencillez y a la felicidad…

Dieron, y dan, esas personas, siempre, muestras de amor, y, con él, me brindaron esperanza, fe. Incluso se sacrificaron en pos de que yo representara los ideales y los valores en los que creyeron. Supieron renunciar… por mí.

Fueron responsables, y me dijeron cómo veían de verdad las situaciones de cada momento. No me engañaron, y, aunque no siempre estuvieron de acuerdo conmigo, me apoyaron tras mis errores para superar el daño o el equívoco sufrido. No me quisieron cambiar, si acaso me intentaron transformar para mejor, pero siempre con paciencia, con prudencia y sin condicionarme. Las obligaciones no son buenas compañías.

Echo de menos a esos seres humanos que me ofrecieron su parte más cálida y educativa, amén de la más respetuosa. No me fallaron. Incluso cuando yo les fallé, estuvieron ahí desde la amistad. Fueron hermosos en el sentido más pleno de la palabra.

Tengo la suerte, no obstante, de que otros vinieron tras aquellos y tomaron el relevo, y ahora me ofrecen su tiempo, su memoria y sus opciones de vida. Insisto: no son muchos, pero tampoco pocos. Hemos sabido, ellos y quien suscribe, colocar lo esencial en su sitio.

Estas buenas gentes de las que hablo son tan importantes que, sin ellas, yo no sería el mismo, no sería siquiera. Han hecho de mí lo mejor que tengo, y han definido y perfilado aquello de lo que me siento más honrado y satisfecho. Son, unas estando, otras ya en dimensiones eternas, a las que me encomiendo en toda clase de situaciones. Y, además, sé que son importantes porque afloran en las coyunturas más complejas. Sé que son importantes porque, cuando esté a punto de marchar, serán las que recordaré, las que me recordarán con cariño. Será cuando ya no haya nada que ofrecer a cambio excepto lo que fuimos. Por eso, y por más cosas que guardo en mi corazón, son importantes, las más importantes.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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