jueves, 27 de octubre de 2011

El legado de Miguel Hernández

La obra de Miguel Hernández está en una entidad bancaria. Como lo oyen. El Ayuntamiento de Elche ha dicho que no asume, que no puede asumir, el acuerdo económico suscrito con la familia, y le han dicho adiós, muy buenas, o muy malas, como se deba señalar en estos casos.

“El rayo que no cesa” parece tocado por una nefasta varita mágica, y, de nuevo, se ve condenado al ostracismo, tras una tormenta de aires económicos y políticos. Quiero pensar que lo superará.

No sé si las cantidades estipuladas a favor de la familia y/o de la Fundación son demasiado grandes. No sé si son excesivas. No sé si van dónde deben. Lo que sí sé es que no debe estar ese legado tantas veces escondido y olvidado en manos de un banco anónimo o conocido, pues a Miguel no le gustaría que custodiaran sus creaciones en un emplazamiento así. Su obra, como toda obra literaria, como toda obra que supera a su autor, está destinada a la difusión, a su visibilidad, al conocimiento global.

El destino es caprichoso, duramente caprichoso, y hasta cruel, por repetido. Otra vez puede haberse dado un posible enfrentamiento por visiones de la vida dispares, algo que va más allá de las propias ideologías políticas. La vida la hacemos las personas: la existencia no se confecciona exclusivamente a través de lo que escribimos sobre aquello que intentamos o deseamos hacer, esto es, nos definimos por las acciones, y no por las palabras. Los eventos que relatamos en esta ocasión no son todo lo positivos que nos gustaría.

El caso es que las ideas de libertad y de justicia de Miguel Hernández, sus reivindicaciones, acaban estando en unos cajones que podrían ubicarlas en el olvido, relegadas a la barbarie del desconocimiento. No me agrada esta situación, como no gustará a las personas que creen en la disparidad de criterios, en la crítica, en la sensibilidad, en el afán de mejora…

Es, indudablemente, una injusta manera de recordar en el centenario de su nacimiento a una persona que se nos fue antes de tiempo, como tantas otras, por una guerra incivil, cruel, consecuencia de una falta de cordura por todas las partes enfrentadas.

Ahora, en estos momentos de reconciliación, de memoria, de recuerdo, se nos escapa una parte de su legado por visiones distintas sobre cómo deben ser las cosas. La palabra todo lo soluciona, y así nos lo vino a decir en su poesía social, con su conciencia de sociedad, como sabía hacerlo un Miguel Hernández encallecido por sus circunstancias y adelantado a ellas.

Queda sólo Miguel, sin voz por unos instantes, aunque con sus escritos superadores de etapas más torcidas que ésta. Lo imagino en nuestros sueños, y pese a sus contradicciones, diciéndonos que el amor, la paz y el entendimiento contribuyen a la justicia que precisa esta España nuestra. Hagamos, por favor, que ese legado no duerma en suelo ajeno y frío, y tengamos la paciencia, la serenidad y la coherencia de mimarlo como se merece.

Y se lo merece por Miguel y por tantos otros de ambos bandos de aquella pugna que ojalá no hubiera ocurrido. Intentemos darle la visibilidad que otros le negaron durante décadas, y asimilemos que su soledad, que su dolor, es un poco de todos. Por eso, por él, por todos nosotros, pedimos que se reconduzca esta situación.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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